La soja empezó a consumirse en occidente gracias a las dietas vegetarianas pese a que su origen se remonta a más allá del 3000 a.C. y tuvo lugar en China. Por aquella época, los chicos ya consideraban la soja como una de las cinco semillas sagradas, aunque en occidente no comenzó a consumirse hasta el siglo pasado.
Desde que hiciera su aparición en las dietas vegetarianas se han ido descubriendo poco a poco sus beneficios, por lo que ha ido extendiéndose por nuestra gastronomía. Pese a ello muchas personas hoy en día todavía desconocen sus beneficios, como que tiene el doble de proteínas que la carne (en torno a los 37 gramos de proteína por cada 100 gramos de producto).
La soja cuenta además con antioxidantes naturales y isoflavonas -sustancias diferentes a los esteroides endógenos de los humanos pero con capacidad de unirse a los receptores estrogénicos-, que favorecen la lucha contra el envejecimiento celular.
La soja es un alimento idóneo ya que es rico en vitaminas y minerales y no contiene lactosa. Ciertos estudios han determinado que estimula la concentración y el aprendizaje, alivia los síntomas de la menopausia y ayuda a controlar el colesterol. Además, contiene grasas beneficiosas para el organismo y sus proteínas son de alto valor biológico.
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