Muchas personas tienen por costumbre llevarse un vaso de agua cuando van a dormir, dejándolo al lado de la cama o sobre la mesilla de noche para cuando tengan sed. Esto no tiene nada de malo, siempre que no se beban el agua al día siguiente al despertar.
Y es que esto es lo suele suceder: normalmente el agua de la botella no se termina por la noche, y el primer impulso al despertar suele ser pegar un trago. Pero lo mejor es evitar este sencillo gesto, según algunas investigaciones.
Aunque el agua no posee ningún tipo de proteínas ni azúcares, cuando la dejamos reposar durante muchas horas se depositan en ella una serie de bacterias y partículas que pueden resultar nocivas para nuestra salud.
Lo que ocurre es que cualquier partícula que circula por el aire como polvo, bacterias y toxinas, se depositan en ella durante la noche con el paso de las horas. Según un estudio de John Hopkins University Water Institute, el agua que permanece a la intemperie atraviesa un proceso de invasión de microorganismos a lo largo de la noche. A temperatura ambiente, estas partículas empiezan a multiplicarse rápidamente, haciendo que si la bebemos estemos ingiriendo una mezcla de gérmenes.
Por eso no es recomendable beber agua que ha reposado al descubierto durante varias horas.
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